Espiritualidad cristiana desde la óptica de Reino: Nuestra vivencia como iglesia
El Panorama
Llamados al ministerio pastoral hace 11 años, primero en el contexto de una "megaiglesia" acá en Costa Rica, por casi seis años, luego con nuestro propio proyecto de iglesia, los últimos cinco años, nos vemos inquietados una y otra vez por la forma en que las personas experimentan su vida cristiana.
No importa cuántos años lleve este caminar, pareciera que tantos los principiantes como los más avanzados, presentan las mismas dificultades, en menor o mayor medida. Lo que observamos es que la vida cristiana, la fe y sus prácticas, no se articulan significativamente con los otros ámbitos de la vida, es decir, familia, trabajo, recreación, etc. Es decir, ser cristiano es asistir a la iglesia los domingos, participar de ciertos eventos y tener algunas prácticas espirituales, lo cual no tiene la suficiente fuerza transformadora para generar una nueva vida, como los es la promesa de nuestro Señor Jesús.
El resultado: personas frustradas, porque no logran alcanzar la vida que procede del Espíritu, la cual nos describe las Escrituras; algunos cambios son hechos en las propias fuerzas, y por ende no es duradero ni efectivo, pues son cambios cosméticos: no fumo, no tomo, ya no digo malas palabras, pero que no gestan una transformación interna, que produzca cambios externos de manera lógica y natural. Por otro lado, y creemos que son los más, personas que se acostumbran a llevar una vida religiosa, cargada de tradiciones, creencias, costumbres, con las cuales creen estar "cumpliendo" con lo que el evangelio demanda, pero a nivel interno, siguen estando cargados, desorientados y quizá anestesiados.
Entonces, la pregunta obligatoria que nos hacemos es ¿Qué está mal? O ¿Qué nos está haciendo falta?
Nuestra reacción
Nos rehusamos a creer y aceptar que el cristianismo es lo que vemos hoy en día. No puede ser! Es tan diferente a lo que nos propone Jesús en su evangelio.
Hoy más que nunca, la gente se autodenomina "cristiana", el concepto de "megaiglesia" se ha hecho necesario por las congregaciones multitudinarias que han aparecido, fácilmente los cantantes cristianos llenan estadios, y las personas se saben sus canciones y aseguran vivir una experiencia religiosa.
Este aumento de "popularidad" del cristianismo no es sinónimo de impacto real en el ámbito social. No somos la Iglesia activa, poderosa y pertinente que nos describe la Biblia. Las evidencias simplemente lo confirman. Algo estamos haciendo mal o nos está faltando algo, es un hecho. Podríamos conformarnos a hacer lo que se puede... o tomar una postura más proactiva en este asunto.
Nuestra experiencia desde el trabajo con personas, en el ámbito del quehacer diario como iglesia, desde el escenario de la consejería, o el "café de acompañamiento" que Dios nos ha permitido tener con personas, de todas las edades y condiciones, nos inclina a creer firmemente que nos hace falta espiritualidad, (que no es lo mismo que el ritualismo religioso) y con eso nos hemos comprometido en nuestro quehacer pastoral.
Una espiritualidad entendida como un estilo de vida que nos dirige a cumplir el propósito de Dios en nuestra vida. Más concretamente, que amolda mi vida a la manera de pensar, sentir y actuar de Jesús, como modelo de vida que se somete al poder del Espíritu Santo, lo cual me pone en íntima relación con el Padre, tanto individual como de manera comunitaria.
Para ello, los cambios en el ser son fundamentales, no de afuera hacia dentro, sino de adentro hacia fuera. Los cambios ocurridos en el interior de la persona, se transforman en comportamientos nuevos y diferentes. Este es el proceso de "ser-hacer" que nos propone la Palabra, contrario al modelo del mundo "hacer-ser".
Y ahora ¿Qué hacemos?
Hasta ahora, nuestro "diagnóstico" nos hace ver que algunas personas entienden la espiritualidad como:
- Lo que se vive en las cuatro paredes de la iglesia. Es una espiritualidad institucionalizada y ajena a las necesidades que el mundo vive.
- Las experiencias paranormales. Existe una dependencia a "sentir", y se deja de lado el compromiso, la santificación, el discipulado y la justicia social, entre otros.
- El evangelio "light", el cual atiende necesidades de autorrealización y prosperidad, que predica el mensaje de felicidad y salud, por lo que el tema del sacrificio y la cruz, que propone arriesgar la vida inclusive (Mr. 8: 34-35, no está en la agenda.)
- Egocentrismo espiritual. Una espiritualidad que atiende únicamente las necesidades personales y que desconoce la misión que Dios tiene para el mundo, de la cual nosotros somos actores.
Lo anterior surge, posiblemente como resultado de años, quizá siglos, de enseñanzas parciales, distorsionadas, ritos, prácticas con poco asidero bíblico, que da como resultado el mundo evangélico, ya multiforme a lo interno. Las creencias generadas de todo esto (aunadas a las creencias de nuestra vida en particular) son el principal obstáculo para implantar nuevas creencias basadas en los más puros principios bíblicos. Por eso es necesario desarraigar creencias falsas de raíz, para sembrar la verdad de la Palabra. Esto es un proceso: desaprendizaje-reaprendizaje.
Desde luego, este abordaje debe hacerse -creemos- desde la óptica del Reino, tema que también ha sido postergado y mal enseñando en las iglesias. No se trata entonces, de inventar nuevos métodos o modelos. No. Es más bien, volver nuestra mirada a la Escritura y observar cuál es la propuesta que ella nos hace para la renovación de nuestras vidas y de la iglesia el general.
Usando los principios del Reino, y a la personificación del Reino en sí, quien es Jesús, vemos que el vehículo para el desarrollo de la espiritualidad cristiana es el discipulado. Jesús enseñó las verdades del Reino, sus metas y destinos, por medio de relaciones: él miró, tocó, compartió, comió con las personas. Más estrechamente con sus discípulos, pudo convivir cerca de tres años, de manera cotidiana con ellos, donde aprendió a conocerlos y que ellos lo conocieran a Él.
Este discipulado relacional, es el espacio propicio para la enseñanza. De otra manera, todo aprendizaje podría volverse seco, sin sentido, religioso y abulta solamente el conocimiento sin fruto.
Y por qué la enseñanza?
Marcos 6:34 es muy emblemático. "Cuando Jesús desembarcó y vio tanta gente, tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Así que comenzó a enseñarles muchas cosas". (NVI)
La respuesta de Jesús ante la condición de aquellas personas (corazones desolados, tristes, desorientados, heridos, etc.) fue enseñarles prioritariamente; luego les dio de comer. Esta será la herramienta primordial de Jesús: la enseñanza. Y lo hizo de diversas formas, de manera que la personas entendieran (Mt. 15:10) su mensaje y significado. Por eso el uso de parábolas, de ilustraciones con elementos bien conocidos para ellos, porque es la enseñanza que se entiende, la que tiene la posibilidad de fructificar en nuestras vidas.
¿Y qué enseñamos? Los principios bíblicos que guían nuestra vida por el camino de transformación espiritual. Cuando Jesús nos dice que el Reino de los Cielos se ha acercado, se está refiriendo a sí mismo, a su persona, y a su mensaje. Entonces, el proceso que nos toca es implantar ese Reino en cada uno de nosotros, entendiendo que:
- El Reino influye todas las áreas de nuestra vida (físico, psicosocial y espiritual) como una sola unidad: Jesús trajo redención a la totalidad del ser humano: no sólo enseñó, sino que sanó al enfermó, dio de comer al hambriento y consuelo al marginado. El Reino no separa lo material de lo espiritual, lo santo de lo profano. De manera que la espiritualidad incluye todo.
- La espiritualidad puede ser diversa. No existe una única receta. Si pensamos en el aspecto contextual, cultural, social, etarios, vocación, etc., sabremos que hay un número ilimitado de formas en que las personas expresamos nuestro amor a Dios y manifestamos nuestro compromiso cristiano. No existe hegemonía en esto. Aquí no aplica el término "globalización". La misma Biblia es el mejor ejemplo de diversidad espiritual, no se rige por una forma inflexible, menos por una tradición. La espiritualidad es algo vivo, que se construye en la singularidad de mi ser y en conjunto, dentro de mi comunidad de fe. La Palabra y sus principios es el haz de luz que pega sobre el prisma y puede generar los más variados rayos multicolores, que son la manifestación de la espiritualidad. Es decir, el punto de encuentro, es y debe ser, la Escritura.
- La espiritualidad debe ser radical. Ahora que se predica una gracia barata, como dice Bonhoeffer, este es un tema urgente. Mt. 10:37[1] nos declara una fe que compromete toda la vida. Compromiso no con un hombre, ni con una estructura, sino con los principios del Reino. No hay espiritualidad radical, sin obediencia total. Y sin obediencia, no hay seguimiento. Ahora bien, este camino que no es fácil -y que Jesús presenta tal cual- no se recorre solo, se recorre en compañía: primeramente Jesús prometió estar con nosotros todos los días de nuestra vida en este peregrinaje que llamamos cristianismo, el Espíritu Santo ha prometido guiarnos y el Padre ha prometido tener comunión con nosotros. Adicionalmente, somos iglesia y como cuerpo, crecemos y nos desarrollamos en interdependencia, unos a otros.
La firme convicción de todo esto y el compromiso de que es la vía que nos conduce a buen puerto, es lo que permea nuestra forma de ser y hacer iglesia, como una comunidad que gesta espacios de crecimiento integral, pero sobre todo que establece relaciones vinculares significativas entre sus miembros, como el escenario ideal, para iniciar el proceso de transformación por el Espíritu, de nuestra mente y nuestro ser entero.
[1] "El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí;"...
[2] Tomado de: Cuaderno Congreso Latinoamericano de Evangelización mundial, 2012.